Un nuevo descubrimiento liderado por científicos de Finlandia ha revelado un evento solar sin precedentes en los registros de la Tierra. La tormenta, que ocurrió en pleno final de la Edad de Hielo, fue más intensa que cualquier otra conocida y deja en evidencia los riesgos que aún hoy podría representar una actividad solar extrema.
¿Qué se descubrió sobre la tormenta solar del año 12.350 a.C.?
Un equipo internacional de científicos, liderado por la Universidad de Oulu, en Finlandia, ha identificado lo que podría ser la tormenta solar más potente jamás registrada en la historia de la Tierra. El evento tuvo lugar alrededor del 12.350 a.C., durante el final de la última Edad de Hielo, y fue detectado gracias al modelo climático-químico SOCOL:14C-Ex.
Este hallazgo se basa en un pico de radiocarbono (carbono-14) encontrado en anillos de árboles fosilizados y núcleos de hielo, señal inequívoca de una elevación extrema de radiación cósmica, originada por una tormenta de partículas solares colosal. Los científicos concluyeron que este fenómeno fue al menos un 18% más fuerte que el evento solar del año 775 d.C., hasta ahora el más intenso documentado.
El nuevo modelo permitió, por primera vez, simular con precisión las condiciones atmosféricas de una época glacial, lo que abre nuevas posibilidades para estudiar fenómenos solares mucho más antiguos que los del Holoceno (la era climática templada actual).
¿Qué impacto podría tener una tormenta solar extrema en el mundo actual?
Aunque un evento como el del 12.350 a.C. es extremadamente raro, los riesgos para el mundo moderno serían enormes si algo similar ocurriera hoy. Las tormentas solares extremas pueden afectar seriamente:
- Redes eléctricas, provocando apagones masivos.
- Satélites y sistemas GPS, interrumpiendo comunicaciones y navegación aérea.
- Tecnología espacial, inutilizando misiones en órbita o dañando instrumentos sensibles.
- Salud humana, especialmente en vuelos de gran altitud o misiones espaciales, debido a la exposición a radiación.
Ejemplos más recientes, como el Evento Carrington de 1859 o la tormenta de 1989 que apagó Quebec, Canadá, muestran que incluso tormentas menores pueden causar estragos. El nuevo modelo podría servir como una herramienta vital para predecir y mitigar futuros eventos solares extremos, especialmente en un mundo donde la dependencia tecnológica es cada vez mayor.
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