Durante los años noventa y principios de los 2000, Ciudad Juárez enfrentó una crisis de violencia que sacudió al país entero. Los feminicidios y desapariciones constantes evidenciaron la urgencia de contar con herramientas científicas que ayudaran a identificar víctimas y esclarecer crímenes. Fue en ese contexto que la ciudad fronteriza se convirtió en un referente nacional en materia de identificación forense.
Ante la presión social y mediática, las autoridades (en colaboración con académicos, forenses y organizaciones civiles) impulsaron la creación de uno de los primeros laboratorios especializados en análisis de ADN para casos criminales. Esto ocurrió antes de que existieran protocolos estandarizados a nivel federal, lo que colocó a Ciudad Juárez a la vanguardia del uso de tecnología genética en el país.
¿Cuándo se empezaron a usar pruebas de ADN forense en México?
Aunque las pruebas de ADN comenzaron a aplicarse en países como Estados Unidos y Reino Unido desde mediados de los años ochenta, en México su adopción fue más tardía. Sin embargo, Ciudad Juárez rompió ese rezago.
Fue a partir de casos emblemáticos de mujeres desaparecidas que las autoridades locales, junto con instancias como el Colegio de Ciencias Forenses y universidades, comenzaron a emplear técnicas de extracción genética para identificar restos óseos, muchas veces hallados en zonas desérticas o fosas clandestinas.
Este avance fue posible gracias al trabajo conjunto de especialistas en antropología, genética, criminología y derechos humanos. La ciudad desarrolló protocolos locales incluso antes de que existiera una base de datos nacional de perfiles genéticos, como el actual CODIS-México.
¿Por qué Ciudad Juárez fue pionera en ciencia forense?
La urgencia. La falta de resultados con métodos tradicionales. La presión nacional e internacional. Todo eso generó en Ciudad Juárez un escenario inédito: la necesidad obligó a innovar.
Las madres de víctimas comenzaron a exigir pruebas científicas que confirmaran o descartaran identidades. Así nacieron alianzas con laboratorios universitarios y expertos forenses independientes que, con recursos limitados, construyeron las primeras bases de datos genéticas locales.
Ese modelo fue después replicado en otras entidades del país y permitió que, en 2009, se formalizara la Red de Servicios Periciales y Ciencias Forenses, impulsada por la PGR. Pero Ciudad Juárez ya había dado el primer paso.
Hoy, más de dos décadas después, el legado de ese esfuerzo inicial sigue vigente: las pruebas de ADN son clave en la búsqueda de personas desaparecidas y la identificación de víctimas en todo el país.
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